Cursores

20 de octubre de 2013

hay silencios que se deben romper.

- No, no digas nada.

Las palabras se tropezaban, apenas podía controlar su respiración. Ya habían dicho suficiente. Sus miradas remplazaban las más honestas disculpas, se habían lastimado tanto. Uno al otro, una y otra vez. Pero sus brazos se enroscaron como si fuera de la vida a lo que se aferraban, no necesitaban nada más. Las palabras sobraban, se habían dicho tantas cosas que cualquier sonido se sentiría mal, hueco, sordo. En medio de ese silencio entendían, ambos sabían lo que habían hecho. Respiró hondo controlando ese temblor en las manos, y el pesar inconstante de las lágrimas sobre sus mejillas. Siempre se estremecía cuando lo hacía, cuando tomaba su mano. No necesitaban palabras para entenderse, ella sabía que él no iba a ir a ningún lado, él sabía que ella siempre iba a estar para él.

- Te quiero.

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